La hernia discal posterolateral L5-S1, II parte (continuación)
- una disfunción craneal arrastra al h. occipital y, siguiendo la Línea Antero-Posterior, puede llevar a L5 y/o S1 en disfunción.
Además, si durante la anamnesis el paciente explica que los síntomas se acentúan por la mañana, atenuándose durante el día, y prefiere estar en posición de pie que sentado o estirado, permite tener un argumento más para afirmar que la lesión es descendente. ver imagen 1
En las lesiones de tipo ascendente suelen estar implicados el pie y la pelvis, pudiendo encontrar habitualmente dos situaciones:
- el h. astrágalo está en anterioridad y arrastra a la tibia, fémur y pelvis del mismo lado hacia una superioridad.
- el h. cuboides se encuentra en rotación interna y, a través de
diferentes grupos musculares, provoca una posterioridad ilíaca del mismo lado.
En ambos casos, debido a la implicación de L5 y/o S1, se produce un desequilibrio pélvico y, como consecuencia, una tracción asimétrica de los ligamentos iliolumbares que pueden provocar una disfunción de L5. Por otro lado, la disfunción pélvica puede arrastrar el Sacro en lesión.
En cuanto a las líneas de gravedad, en la lesión primaria del h. astrágalo se hace necesario mirar la Línea Antero-Posterior y en la lesión del h. cuboides es importante seguir la Línea Central de Gravedad.
Si a todo esto se añade que el paciente se queja más por la tarde o al final del día, mejorando su sintomatología por la mañana, y prefiere estar sentado o estirado, confirmará la posible existencia de una lesión ascendente. Algunos osteópatas afirman que, de este tipo de lesiones, suele ser más frecuente en clínica la lesión ascendente del cuboides. En cualquier caso, la existencia de una disfunción somática del segmento L5-S1 no desencadena automáticamente una hernia discal postero-lateral de su disco intervertebral, pero resulta evidente que, el mantenimiento de esta disfunción, si puede provocar a medio o largo plazo un deterioro progresivo de sus estructuras y, por consiguiente, su aparición.
En cualquier caso, tanto en las lesiones ascendentes o en las descendentes, el papel del osteópata es localizar la lesión o lesiones primarias desencadenantes y proceder a su normalización porque, como ya se ha explicado en este artículo, las disfunciones lumbosacras suelen ser secundarias. Posteriormente debe normalizar las lesiones secundarias. Si todo este proceso es correcto el paciente notará un progresivo bienestar y su disco intervertebral afectado podrá alcanzar una situación más equilibrada y estable que garantice un restablecimiento de su funcionalidad.
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